19 de febrero de 2014

Mi capullito


40 semanas exactas, 15 horas en trabajo de parto en el hospital y una cesárea. Ese es el tiempo que esperé para conocer al capullito, con sus 3,700 g y 51 cm de largo, hasta el 7 de diciembre de 2013 a las 7:23 pm.

De todas las cosas bonitas que me han pasado en la vida, Amélie Fernanda es la mejor. Suena a cliché, pero el amor que se siente hacia un hijo es casi imposible de describir y no se compara con nada. Y sí, la magnitud de esa felicidad es tan grande que casi me hace olvidar el dolor de las contracciones, la desesperación y el miedo que sentí al ver que el parto no avanzaba, y la (oh, espantosa) convalecencia de la cirugía.

Tener a una personita en tu vida te cambia, te obliga a aceptar que las cosas no van a salir como quieres (tanta preparación para el parto natural tirada a la basura), te enseña a tener paciencia y mantener la calma (por ahí de las 10 horas con contracciones), a apreciar los pequeños detalles de la vida (como el primer baño, el primer pañal explotado, la primera vez que toma el pecho, el primer baño, la primera sonrisa, el primer balbuceo, la primera noche que duermes más de tres horas seguidas, la primera vez que te reconoce y deja de llorar, etcétera, etcétera) y a que hay momentos en los que le podrías morder los cachetes o la nariz o las manos o los pies porque los besos no son suficientes.

Puede que un día sí la muerda y me la coma completita.

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