22 de octubre de 2010

Relax


Muchos de nosotros, sobre todo en esta profesión, crecimos con el paradigma de que para ser exitosos teníamos que ser adictos al trabajo, al estrés, a la soledad, a la amargura, a la gastritis y al cigarro. Teníamos que amar lo que hacíamos por encima de todas las cosas, inclusive de nosotros mismos y de nuestra salud física, mental y emocional. Sólo así lograríamos escribir bien, conocer todo lo que quisiéramos saber del mundo, viajar y sentirnos completamente satisfechos con nuestra vida. Yo descubrí que no es así, al menos no para mí.
Todo comenzó con el cigarro y mi decisión de dejar de fumar hace casi dos años. Lo hice porque vivía enferma TODO el tiempo. No sé en qué momento se me ocurrió que siendo yo una niña (luego adolescente y demás) que sufría constantemente de la garganta, podía ser una verdadera fumadora, pero lo fui. Por algunos años, no diré cuántos para no quemarme, fumé en serio y la universidad sólo lo empeoró. Hasta que un día que estaba enferma, decidí ya no fumar. Estaba harta, quería dejar de toser y moquear, pero la única forma en que iba a suceder era renunciando a ese vicio (en ese entonces sólo sería un abandono temporal, pero se ha ido haciendo lo más permanente posible). Y lo hice y no me he enfermado. Mi gripe mensual se convirtió en una gripe anual y así empezó todo un aprendizaje de cómo esos cambios podían resultar en alguien fitter, happier and more productive.
Luego comenzó la parte difícil: lidiar con mi profesión y las expectativas que tenía de ella. Vivir en el estrés y la frustración de pronto no me parecía tan buena idea; saber que todos a mi alrededor tenían la opinión de que la soledad es una obligación, un sacrificio a cambio del talento, y ver lo 'amargados' que estaban casi todos por esa soledad me hizo pensar que yo quería el paquete completo: éxito, felicidad, libertad, paz y, ¿por qué no?, amor. Así que empecé a cambiar los detalles en mi vida que me tenían insatisfecha, empezando por mi actitud, me puse a hacer ejercicio, a intentar comer más sano y más veces al día (por aquello de la gastritis), a disfutar al máximo los pequeños detalles y placeres que la vida nos da...
Lo único que les puedo decir es que sí funciona. Tomarnos las cosas con calma realmente hace una diferencia, especialmente cuando su vida necesita medidas drásticas para remediar lo que ha hecho el burn out. En mi caso la fórmula de relajarme, tomármelo con calma y luego pensar en los pasos a dar ha funcionado como debía. Mis arranques histérico–neuróticos son menos frecuentes y la desesperación aparece cada vez menos y es más fácil de controlar.
Esto no significa que mis problemas hayan desaparecido. Para nada. Aún me cuesta muchísisisisimo levantarme por las mañanas, me paro sin saber qué día es, sueño con que me voy a quedar dormida para la cita que tengo temprano, veo el reloj cada cinco minutos esperando que ya sea la hora de salir y algunas veces me siguen dando muchas ganas de llorar cuando pienso en mi trabajo... En fin, un paso a la vez, y yo ya he dado muchos.
No me atrevo a decir que la misma receta vaya a funcionar para todos, pero sí les puedo aconsejar que analicen los detalles que pueden cambiar (es decir, mejorar) en su día a día para que puedan disfrutar más todo lo que hacen y, no matter what, toménselo con calma.

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