1 de marzo de 2010

An education



(He de reconocer que no he leído a Nick Hornby, aunque lo haré pronto, y que llegué a An education por recomendación de @monmargo).

An education me sorprendió desde el principio debido al ingenio que tiene Nick Hornby para contarla y que la hace particularmente divertida, a pesar de que me parece una historia con un final obvio desde el principio y que ya ha sido tratada en otros filmes bajo la misma premisa: una chica (Jenny, interpretada por Carey Mulligan) tiene que elegir entre ir a la universidad o casarse con un adinerado hombre mayor que ella.
¿Por qué la recomiendo si digo que es una historia ya contada y que el final no sorprende? Lo que pasa es que me sentí incríblemente representada en la trama, como probablemente lo habrán hecho tantas otras mujeres alrededor del mundo, estudiantes con la intención de triunfar en el ámbito intelectual.
A lo largo de la película yo me vi retratada en Jenny, una ñoña que adora la cultura francesa y que se deja llevar por el resplandor de la vida fácil, o lo que parecía serlo. Estoy segura que todos los que leen este blog se han dado cuenta de que soy una ñoña, pero pocos saben que antes de decidirme a estudiar periodismo, mi gran aspiración académica era la literatura y las letras francesas. ¿Por qué? Sólo por placer, porque me encanta el idioma, me encanta el país y puede ser que mis papás tuvieran algo que ver con su espíritu revolucionario y adorador de la Revolución Francesa y todo lo francés en general. El que me decantara por el periodismo, algo que no sonaba tan ñoño, era aparentemente más práctico y no me iba a mantener atada a una biblioteca o a un salón de clases el resto de mi vida, fue una acción posterior.
No es que me esté arrepintiendo de mi elección, por supuesto que no, a estas alturas ya no tendría ningún caso, pero últimamente sí he pensado en que si hubiera anotado Facultad de Filosofía y Letras, Literatura y Letras Francesas, en la hojita de elección de carrera, mi vida habría tenido un descenlace distinto. Tal vez ya estaría titulada y dando clases, una actividad que en ese entonces no llamaba mi atención; a lo mejor sería una traductora de alguna casa editorial reconocida, o podría estar haciendo un análisis de las palabras francesas que prevalecen en el español debido a su raíz común (como si no hubiera muchos ya).
Pero no sólo esto me hizo sentir relacionada con la película; la elección que Jenny debe hacer entre casarse y estudiar evidentemente está influenciada por el contexto de la historia, entre mediados y fines de la década de los 50. Las mujeres aún iban a la universidad sólo por conseguir marido de un mejor nivel socioeconómico y a nosotras, las mujeres del siglo XXI, nos gusta creer que ya no es así, que en nuestra época vamos a la universidad porque queremos y porque podemos, que toda mujer que se aparece en un aula universitaria aspira a ser la próxima revelación académica de su generación, lo que es una mentira.
Las aulas aún están llenas de mujeres cuya vocación es encontrar marido, las que estudian MMC, es decir, mientras me caso. Muchas de ellas brillantes o afanosas, pero cuya única misión es tener un marido con título universitario. No estoy diciendo que este estilo de vida tenga algo de malo, cada cabeza es un mundo, mi punto en este largo texto es que una historia ambientada hace cincuenta años, bien podría ser trasladada a la actualidad y aún gozar de lógica, eso es lo que a mi parecer que hace tan maravillosa a An education y tan acertado a Nick Hornby.
Además, quién no busca vivir una historia de amor tan divertida como la que Jenny encuentra con David (Peter Saasgard), un ladrón rico que tiene los mismos placeres que ella. Una relación que goza de todas las comodidades como para permitirles ir a París en cualquier momento, vivir en las mejores reuniones sociales y comprar todo lo que desean. Claro, cuando uno es preparatoriano, como lo es Jenny, se cree que la vida es muy fácil, pero conforme vamos creciendo, nos damos cuenta de que esta creencia es una trampa; las relaciones no son fáciles, la vida laboral pocas veces es divertida, fumar es malo y vivir en la fiesta no es lo único que vale la pena. Qué moralista suena esto, pero es real. Al final, igual que Jenny, tenemos que aprender que lo que le da valor a las cosas es el trabajo que nos cuesta obtenerlas y que no importa lo difícil que haya sido el camino o si dimos mal la vuelta en una retorno, lo verdaderamente importante es que podemos regresar y enderezar la ruta para llegar a nuestro destino.



2 comentarios:

  1. Darse cuenta joven, de las cosas que a la larga te harán mal, hace que tu vida pueda ser mas placentera por un tiempo mayor

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  2. Hace no mucho platicaba con una profesora sobre cierta clarividencia que te da ser egresado de Ciencias de la Comunicación, muchos encuentran otra vocación, entran a estudiar otra cosa, dejan totalmente o en parte de lado la opción de ejercer la carrera.
    Esto, al parecer, resultado de que la gran mayoría de los que terminamos en CC lo hacemos por una desorientación vocacional, y la comunicación canaliza nuestras verdaderas aspiraciones, que saldrían de una u otra forma a la luz más tarde o más temprano.

    Como lo mencionas, ya que al parecer tu post terminó siendo una disertación existencialista, lo verdaderamente interesante es encontrar un equilibrio entre tus aspiraciones y las oportunidades que te ofrece la vida.

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