Bobby

Nos gusta creer que somos intocables, invencibles y eternos. Que nunca nada malo nos va a ocurrir, ni a nosotros ni a nuestros seres queridos y con 'seres' me refiero a todos los seres vivos que nos rodean, incluyendo mascotas y, por qué no, hasta plantas.
Escribo esto pensando en Bobby, el cocker spaniel inglés negro de JM que después de pasar más de 14 años correteando junto a él se despide de nosotros. Es sólo un perro, dirán algunos, pero para él y su mamá significa demasiadas cosas, pues los acompañó en innumerables situaciones de sus vidas; lo mismo hacen todas nuestras mascotas y debería ser motivo suficiente para que nuestra actitud hacia ellas enfrente un cambio radical.
Yo lo conocí demasiado tarde, hace apenas un año, pero en este corto tiempo compartí cosas con él, como llevarlo a hacer su actividad recreativa favorita (a las dos de la mañana), que era correr tras una botella de plástico; rascarle la cabeza por horas; ganarle corriendo a JM para llegar a la cama; que nos acompañara a la tienda y también que poco a poco se fuera poniendo mal.
Como suele pasar en todas las despedidas, no nos damos cuenta de lo que estos compañeros peludos representan para nosotros hasta que están por irse. No es justo que estén abandonados, maltratados, encerrados, solos y tristes sólo porque nosotros nos andamos divirtiendo.
Bobby nos dio un tiempo de gracia para despedirnos de él y me gusta pensar que se quedó a conocerme; le he de haber caído bien, porque aceptó que yo estuviera en su casa y empezó a jugar conmigo sin rechistar. Lo voy a extrañar, pero sé que JM y su mamá lo harán mil veces más. Así es Bobby, te vamos a extrañar, pero ya lo sabes: Todos los perros van al cielo; cuida a JM y a su mamá desde allá.