8 de febrero de 2010

Patience, my young padawan

En los últimos días he pensado mucho en el año pasado, lo que, en vez de provocarme nostalgia, me ha provocado unas extrañas ganas de que el futuro llegue, de que las cosas sigan cambiando y de seguir adelante en mi vida. Pasa que como JM y yo estamos por cumplir un año, me puse a ver todas las fotos de 2009 y vaya que fueron 12 meses llenos de aventuras y emociones.
Desde que me gradué hace dos eneros (no me he titulado, no digan nada, porque me traumo más), mi vida se ha desencadenado como una avalancha. Poco después de la fiesta de graduación (muy a la gringa) hicimos un viaje a Ixtapa; unos días después, JM y yo empezamos a andar, fuimos a Acapulco (en Guerrero) y a Cocoyoc (Morelos), recorrimos casi toda la ciudad a pie, mezclamos nuestras vidas y ahora vive conmigo (y Sebastián) en mi recién rentado departamento. Sin palabras.
Los planes para este año son muchos, demasiados si los cuento, pero tengo la ilusión de que todos y cada uno se lleven a cabo en su debido tiempo. Yo solía pensar que las personas no cambian, pero JM me dijo que para que cambien necesitan vivir una experiencia muy fuerte; hasta ahora no sé que tan cierto sea, pero les puedo decir que en mi caso el año pasado fue el más intenso de mi vida y lo que yo tuve que aprender fue ser PA–CIEN–TE. Créanme que carecía de esa virtud.

En otras noticias, quiero remitirlos a un post de Luis Frost con el que me identifiqué mucho porque tiene toda la razón del mundo sobre la matanza irracional de estudiantes que estaban en una fiesta en Ciudad Juárez. Yo también quiero que me Fecal me mienta al respecto y sobre muchas otras cosas:

Al Primer Chaparrito de la Nación.

(Ya sé, ya sé, en este post abusé de los paréntesis).

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