23 de febrero de 2010

La bruja del oeste es mi vecina


Los que me siguen en Twitter ya se habrán dado cuenta de que a una de mis vecinas la llamo 'mi vecina muda'. No es que carezca de la posibilidad de emitir sonidos, sino que nunca saluda, no importa la situación ni la hora, ella nunca dirá nada y yo, como alguien que defiende la buena educación y la cortesía, resulto ofendida ante su silencio.
Lo malo es que eso no es lo único que hace o no hace, esa mujer es grosera por excelencia. Vive enfrente de mí y tiene dos hijos, una de unos once años y un bebé de sexo indefinido, por lo que cada vez que su bebé llora o que ella grita, nosotros la oímos. También tiene un esposo, pero nunca está, así que no lo consideramos. Una vez, cuando el año apenas empezaba, JM y yo llegamos de la calle y al querer estacionar el coche nos dimos cuenta de que un enorme pino nos estorbaba el lugar. Hicimos algunas deducciones, le hablamos al administrador y resultó que el arbolote era, sí, de mi vecina muda. JM subió a tocarle la puerta para ver si lo podía mover y tras varios minutos de golpeteo en su puerta, ella decidió abrir para responder: —Mi esposo no está, perdón—. Al final, JM la convenció de que él la ayudaba a moverlo, pero su falta de interés y de desconsideración previa al ponerlo en nuestro lugar era evidente.
En fin, el colmo de esta vecina muda llegó anoche. JM, Sebastián y yo estabamos plácidamente sentados en la sala trabajando en un sitio web cuando escuchamos que alguien subía corriendo y gritando. Mi primera impresión fue que alguien se venía peleando, dos adultos lógicamente; luego pasó por mi mente la idea de que el esposo itinerante de mi vecina muda le estaba pegando, pero no... No era eso.
Empezamos a prestar atención a los gritos increíblemente fuertes y chillantes y nos dimos cuenta que eran para los dos niños. Ximena, la más grande y el bebé de sexo indefinido. La potencia de los gritos, intercalados con el llanto del bebé, alarmó no sólo a JM y a mi, sino a todo el edificio. Cuando nos dimos cuenta todos los vecinos estábamos asomados a la ventana tratando de descifrar si era contra la niña o el bebé.
Todos los padres gritan, lo sé. Yo, como hermana mayor de cuatro más, entiendo completamente la desesperación que a veces provocan los niños, uno trata de decirles que se laven los dientes y se vayan a dormir, pero ellos simplemente no hacen caso. El punto es que estos gritos estaban notoriamente más allá de la desesperación o del enojo, me atrevo a decir que la señora estaba realmente encabronada. Nuestra preocupación llegó al extremo cuando empezamos a escuchar golpes, no golpes contra la mesa ni contra la pared, sólo golpes secos y continuos mientras el llanto de los niños se intercalaba con sus gritos continuos.
Finalmente nuestro vecino el argentino, que vive arriba de mi depa, llamó a la policía, que llegó cinco minutos después sin hacer ruido y le tocó a la puerta por varios minutos. Los llantos cesaron cuando el hombre dijo: —Señora, somos de Seguridad Pública, hay un reporte de que usted está maltratando a un bebé, ¿puede abrirnos la puerta?
Yo creo que si eso me hubiera pasado a mi, le hubiera respondido que si, le habría la puerta y le enseñaba a mis hijos sin ningún problema, pero no, ella en su lógica extraña le dijo: —No señor, no puedo abrirle porque no está mi marido.

(¡WTF?)

El policía insistió algunos minutos, le pidió que le dejara ver al bebé y ella se defendió diciendo que su bebé lloraba porque tenía hambre y que la gente de este edificio era muy chismosa, que si acaso su bebé no podía llorar tranquilamente. Al final, no supimos si le enseñó al bebé o no, porque hubo silencio algunos minutos y luego oímos al poli hablando con el argentino. Según JM no había forma de saber si en realidad le estaba pegando al bebé o si a la que golpeaba era a la niña mayor. Tal vez nunca lo sabremos, pero en todo el edificio oímos los gritos, el llanto intermitente y definitivamente los golpes. El asomarnos por la ventana y ver que todo el edificio estaba asomado esperando descifrar qué era lo que pasaba, por qué la mujer se puso así, qué le pudo haber hecho cualquiera de sus hijos para alterarla así, es algo que nunca olvidaré.
Ahora, mi vecina ya no es la muda, ahora es la bruja del oeste y juro que si yo vuelvo a escuchar algún ruido alarmante, seré yo quien llame a la policia. Sí, todos gritamos, pero no así, no a unos niños y mucho menos con golpes.

1 comentario:

  1. Mi vecina también es así, a simple vista agradale pero dentro de casa se vuelve loca y lo pero es que su marido es igual que ella. Gritándo, insultándo y dándo golpes por toda la casa, pobre niños. Yo la llamo la gritona falsa, porque por delante hace buena cara pero por detrás te pega cada apuñalada y grita como una loca...

    ResponderEliminar

Se aceptan críticas constructivas.

hit counter

Creative Commons

Creative Commons License
.