El último y nos vamos

Hay veces en que la realidad llega y te da un zape. Es entonces que uno se autointerroga y se autorreprocha por no haberse dado cuenta antes del trasfondo de las acciones y las palabras. Es una sensación parecida a la que da recibir el estado de cuenta de la tarjeta de crédito con la que compraste todos esos regalitos navideños y ver que no sólo debes miles de pesos, sino que además la sobregiraste y que a las compras que hiciste no les aplicaron ninguna promoción de meses sin intereses.

Algunas veces uno está consciente de que se automiente, pero otras llegan sin ningún anuncio, como cuando el pasado reaparece, cuando se dicen cosas que debieron no ser pensadas o cuando la soledad y los cambios hacen mella en nuestra existencia.

Bueno, es fin de año y creo que dejaré este post hasta aquí. Quiero presentarles a Sebastián, quien desde hace unos días forma parte de mi familia. Es un cachorro de más o menos seis meses que adopté y que resultó ser de raza Bretón Español, no sé si puro o no y la verdad es que no me importa. Es un amor, algo así como un bebé enorme que ladra y hace mucho, pero mucho, del baño.

¡Sonríe Sebastián!

También quiero recomendarles un libro que leí hace mucho, pero que he recomenzado porque significa mucho para mí y mis pensamientos filosóficos. Exacto, tiene que ver con la filosofía y ese noruego que hace tan buenas historias enredadas con monólogos filosóficos: Jostein Gaarder (también hace libros para niños, busquen ¡Hola! ¿Quién anda ahí?) y el libro es Maya.

Por un momento pensé en decirles de qué se trata, pero preferiría que lo leyeran y me dijeran qué les parece. Una pista es que Maya no es nada más el nombre de la cultura del sur de México, sino que se repite en varias culturas y tiene distintos significados que relacionados generan una sola idea.

No me atrevo a desearles un próspero año nuevo, porque después de un año con influenza, temblores y crisis económica no hay nada seguro. Así que sólo les digo que ojalá y sea leve. Nos vemos el año que entra.