8 de octubre de 2009

Un grito de amor desde el centro del mundo

Kyoichi Katayama. Editorial Alfaguara.
—Si creemos que lo único que existe es lo que podemos ver, lo que tiene forma, nuestra existencia es muy pobre, ¿no te parece?—dijo mi abuelo—. No creo que la persona que yo amaba vuelva a aparecer ante mis ojos de la forma que yo conocía. Pero, si te olvidas de la forma, puedo decirte que ella y yo hemos estado juntos siempre.
La frase 'hasta que la muerte nos separe' pierde fuerza en esta historia de amor, en la que Aki y Sakutaro se conocen y enamoran desde niños para experimentar la dicha más profunda y también el dolor más desgarrante. La historia de amor comienza cuando el abuelo de Sakutaro lo convierte en cómplice de su delito de amor al pedirle ayuda para robar un puñado de las cenizas del amor de su vida (que no es su abuela) para que al morir él, su nieto pueda esparcir juntos los restos.
Con este acto, Aki y Sakutaro entienden lo que significa querer estar junto a alguien amado en la vida y muerte. La existencia de ambos transcurre tranquila y segura, hasta que Aki enferma y finalmente muere. “De pronto, tuve una horrible certeza. Por más tiempo que viviera, jamás podría esperar una felicidad mayor que la que sentía en aquél momento. Lo único que podía hacer era intentar conservarla para siempre. Me horrorizó la felicidad que sentía. Si la porción de dicha que corresponde a cada uno estaba fijada de antemano, en aquellos instantes quizá estuviera agotando la parte que a mí me correspondía para mi vida entera.”
Kyoichi Katayama presenta esta historia del primer amor con la sensibilidad característica de la literatura japonesa, con la destreza en la representación de paisajes y sentimientos que caracteriza a sus contemporáneos; sin embargo, no se aventura como otros autores japoneses lo hacen, a crear personajes con actos y emociones originados en motivos más profundos, en personalidades más complejas. Además, pareciera que el autor no logra cuadrar en el tiempo los distintos episodios de la vida (y por lo tanto la relación) de Aki y Sakutaro, pues no hay un elemento que ubique al lector temporalmente, lo que provoca que los brincos en el orden narrativo sólo se perciban con los cambios en la interacción de los personajes, incluso en algún momento de la historia el lector podría pensar que dos niños de alrededor de 10 años están pensando en llevar una relación al siguiente paso, pues su edad no está claramente marcada.
La voz de Sakutaro conduce la historia desde una perspectiva netamente subjetiva y pasiva, lo que vuelve monótono el ritmo de la narración. Estas características pudieran ser intencionales debido a que la historia es relatada desde el momento posterior a la muerte de Aki y el joven pudiera estar impresionado, pero al final hay una escena a manera de epílogo en la que Sakutaro es mayor y regresa junto a otra mujer a los escenarios que vivió con Aki y al describir el lugar y la sensación que le produce, uno percibe la misma monotonía; por otra parte, el personaje del abuelo se descubre como el más profundo, al enseñar a Sakutaro la existencia del amor y discernir con él sobre sus experiencias personales. Una historia que atrapa al lector por la historia del abuelo y la referencia al primer amor, lo pierde al no provocarle ninguna sensación con las mismas. (ACNG)
Publicado en CONTACTO 215.

1 comentario:

  1. Si te gustó este libro, deberías intentar leer Al sur de la Frontera, al Oeste del Sol de Haruki Murakami.

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