12 de octubre de 2009

Empieza mi temporada de conciertos: Los Bunkers y Atto & The Majestics

Ya van dos fines de semana que voy a conciertos. El primero fui a ver a Los Bunkers a Tláhuac y en el que acaba de pasar fui a ver a Atto & The Majestics al Imperial. ¡Qué diferencia! A pesar de que las dos bandas son muy buenas, los lugares donde tocaron son infinitamente distintos.

Los Bunkers tocaron en un lugar llamado Toro Loco o algo, en el que a JM y a mi nos cobraron $150 por persona, los guardias de la entrada nos manosearon, me revisaron hasta la cartera y me hicieron dejar en el guardarropa mis cigarros y hasta el paraguas. Una vez adentro, mis 'compañeros de mesa' ya habían pedido una botella de un vodka de no muy buena calidad que sólo incluía un bote de jugo de piña, como si fuera posible que un litro de jugo alcanzara. Cuando se terminó ese mezclador, cada bote de Jumex costaba ¡¡¡¡¡$60!!!!! Para acabarla de amolar, ni siquiera habían empezado a tocar cuando los meseros ya querían cobrar por su 'servicio'. La conclusión: el lugar apesta, está en medio de la nada, es carísimo y...no vale la pena (por más que Los Bunkers sean la onda).


Por eso, AMO el Imperial. En Álvaro Obregón, propiedad de Atto Attie, considerado un lugar nice, a donde va la crema y nata de las disqueras, de los rockeros mexicanos y por supuesto de la prensa. El viernes la cita era a las nueve de la noche, para ver, precisamente, a Atto & The Majestics; llegamos pasadas las diez y en la puerta los cadeneros nos recibieron: —Buenas noches, ¿vienen a ver a Atto o arriba?— a Atto— Su identificación, por favor— ...¿En serio son cadeneros? Al entrar pagamos el cover: $100, niñas gratis. La boletera también se portó super amable, inclusive compramos el disco y la playera por otros $100 pesitos. Una vez adentro, la chela nos costó $35. La mesera y la barman nos atendieron de lo mejor y qué decir del lugar que siempre te permite ver y escuchar a las bandas a menos de un metro de distancia.


Conclusión:
Lo que me ha enseñado el ser editora de una revista de gestión empresarial es que la calidad en el servicio radica en la importancia que el cliente tenga para la marca, empresa o lugar (esto incluye al personal). La manera de atenderlo, la forma de hablarle y cualquier pequeño detalle que se pueda tener hacia él; esta forma de valor agregado hace que los clientes estén dispuestos a gastar más en dicha marca.

Nuestra visita a Tláhuac nos salió en más de $500, nos manosearon, nos trataron mal y no pudimos disfrutar ni al 80% el evento; la ida al Imperial nos costó menos (aproximadamente $410), nos trataron lindo, nadie nos manoseó, compramos un disco y una playera, disfrutamos nuestras chelas y sobre todo disfrutamos de la presentación, sin estrés, ni meseros dando lata y con una acústica impecable. Prefiero ir a lugares estereotipados como nice y 'caros' para tener una buena experiencia, ya sea para comer, comprar, tomar un café y divertirme que ir a lugares que uno pensaría que son 'baratos' a ser maltratada, molestada y que seguramente no me dejarán un buen sabor de boca.

P.D. Aclaro, lo que me dejó un mal sabor de boca no fueron Los Bunkers, sino el lugar donde decidieron tocar.



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