18 de mayo de 2009

Benedetti: me enseñó a vivir adrede.

Este
post lo escribí la semana pasada, no lo publiqué porque el viernes me urgía salir de la oficina; hoy me arrepiento de no haberlo hecho, porque ayer, 17 de mayo de 2009, falleció el personaje principal: Mario Benedetti. En su honor y como un homenaje póstumo lo publico, pensando en que la verdadera poesía está por desaparecer:


Durante mucho tiempo quise leer La tregua de Mario Benedetti. Ya había leído Primavera con una esquina rota y Vivir adrede, pero no la que es considerada por los críticos como su obra maestra. Cuando por fin conseguí el libro (en realidad se lo regalé a mi mamá de cumpleaños para luego pedírselo prestado) y comencé a leerlo, no me atrapaba. No lograba cautivarme y hacer que lo quisiera terminar de un jalón, aún así, continué leyendo con el firme propósito de terminar de entender a Benedetti. Eventualmente, llegué a la conclusión de que la única palabra para describir su estilo es ‘sabroso’; a pesar de que no me estaba identificando con la historia, su escritura, la manera en que plasma los recuerdos y las emociones, no sólo de el personaje principal, sino de cualquier personaje (lo mismo me sucedió con Vivir adrede) te hacen visualizar inmediatamente los rostros, las emociones y las situaciones en las que los coloca.

Para cuando iba a la mitad del texto comencé a relacionar a los personajes con gente que he conocido o conozco, a imaginarme qué haría yo si estuviera en la situación de alguno de los personajes y a querer sentir los tipos de amor que experimenta el personaje principal. Eso es lo que convierte éste libro (y cualquier otro) en excepcional: al principio el lector no encuentra ninguna relevancia en conocer la vida de un futuro jubilado (Martín Santomé) que se fija en una ‘chavita’ (eso pasa todos los días), pero después se da cuenta de que en realidad sí interesa, porque hay características de su contexto que se repetirán en el nuestro. Ya sea la muerte de su esposa, la madurez de sus hijos, su retiro y su inseguridad ante los sentimientos (suyos y de Laura Avellaneda, la joven de la que se enamora).



Todos quisiéramos que al llegar a una edad mayor, siguiera existiendo alguien a nuestro lado, alguien dispuesto a aceptar nuestras arrugas, canas, calvicie, flacidez, estrías, falta de dientes y demás. A lo largo de la historia el personaje no es tan viejo, pero su miedo es que 10 años después, cuando sí lo sea, Avellaneda decida dejarlo por alguien más joven. Y lo más romántico (o cursi) de todo esto, es que ella le dice: “’Ahora lo sé. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera’”; a lo que él reflexiona: “Nadie me había dedicado jamás un juicio tan conmovedor, tan sencillo, tan vivificante. Quiero creer que es cierto, quiero creer que estoy hecho de buena madera. Quizá ese momento haya sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho significa vivir”.

Esa opresión en el pecho significa vivir…¿quién no ha sentido esa opresión en el pecho? Es una sensación similar la que provoca el enamoramiento y la que provoca la soledad, pero ambas nos hacen sentir que estamos vivos. Esa idea es la base del libro, que siempre hay que buscar algo que nos haga sentir vivos, algo que nos ocasione esa ocasión en el pecho de la que habla Benedetti, ya sea un amor, un amigo, la familia, el trabajo, ¿y por qué no? la soledad misma.

La vida de un hombre, lo que la compone, lo que le recuerda que está vivo. Para Santomé el trabajo es la base de su existir. Cuando se jubile, poco después de los 50, ya no tendrá nada que hacer, estará dedicado al ocio y eso lo asusta. Antes de que eso suceda lo inesperado se hace presente, conoce al ‘amor de su vida’. A pesar de haber estado casado, se da cuenta de que el amor que tuvo con Isabel (su primera esposa) dista mucho de parecerse al que descubre en Avellaneda. Lo que no sabe es que su relación será solamente una probadita de felicidad.

Así debemos ver la vida, como una serie de oportunidades limitadas. Se nos presentarán algunas increíbles y otras no tanto, pero todas deben ser consideradas como únicas, no se repetirán, no podemos esperar que la vida nos tenga paciencia y nos mande una tras otra y todas excelentes. Eso no sería vivir…


Hasta ahí había escrito el viernes, hoy lunes, tiene un nuevo significado. Me gustaría creer que Benedetti me llegó en el momento exacto, quiso que yo lo descubriera antes de irse…y así sucedió.

Chau Benedetti, gracias por tus hermosas palabras.


"Hay partidas, adioses de los que no volvieron ni volverán. Aun en las mejores y conquistadas alegrías sobreviene de pronto un vacío y nos quedamos taciturnos, solos, tiernamente desolados".
Vivir adrede. Mario Bendetti.

2 comentarios:

  1. Yo creo que Benedetti estaba hecho de tan buena madera, que hasta ha resistido los embates de los pedantes que lo negamos por "sabroso" y poco elaborado.
    Lo mejor, sus novelas. Pero acepto que su poesía participa de cierta educación sentimental difícil de negar.
    Saludos.

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  2. He de admitir que al principio la palabra ‘pedante’ me ofendió, después, diplomáticamente pensé que debería aclararte que en ningún momento dudé de la ‘buena madera’ de Benedetti. Considero que un libro provoca en cada lector sensaciones distintas y en mi caso, La tregua no resultó impactante cuando comencé a leer, pero con el pasar de las páginas me di cuenta de que contiene precisamente esa ‘educación sentimental’ de la que tú hablas. Tal vez sus historias pequen de ser poco elaboradas en la trama, pero no en la construcción de personajes, que son quienes, a final de cuentas, logran hacernos sentir espejos de sus emociones.

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