2 de enero de 2009

On a corner, waiting for a light to come on

Cuando no escribo no es porque no tenga nada que decir. Al contrario, es porque tengo la cabeza llena de ideas, pero me da miedo aterrizarlas. Me angustia ver por escrito lo que sé que muy en el fondo pienso o siento y no quiero afrontar. La careta oficial se vería seriamente afectada si yo, en un determinado momento, quisiera hacerle frente a la realidad.

Hace más o menos 15 días, uno de mis amigos se armó de valor (tras unas cuantas chelas y whisky) y me dijo una serie de cosas bastante abrumadoras, y a las cuales no les he querido prestar una debida atención:
1. El interés de uno por tener un papel principal en la vida del otro ha sido mutuo, pero no en una cuestión amorosa, sino amistosa y de una conexión rara que existe desde que nos conocimos.
2. Su molestia por haber dejado que otro hombre se involucrara en mi vida y en mi percepción de amistad, más que él. No puede concebir que yo lo llamara mi ‘mejor amigo’, siendo el mentiroso, hipócrita y vale madres que demostró ser.
3. Mi personalidad. Tal parece ser que para sobrevivir en este mundo es necesario ser una panchera, ojete y grosera, de otra manera, la gente abusará de ti y se darán una serie de plantones, decepciones y soledades como suele sucederme a mí por ser buena onda, madura y conciente de lo inútil de los berrinches. En sus palabras: “te pasas de buen pedo, por eso, tus ‘mejores’ amigos te quedan mal, llegan a la hora que quieren cuando se van a ver y no están ahí cuando tú los necesitas”.

No sé si tenga razón, quiero pensar al respecto pero no puedo, creo que ya edifiqué una pared mental que aparentemente evita que me clave en cosas así. Podría decirse que estoy en modalidad Zen, o tal vez, ya me hice a la idea de que es demasiado tarde para cambiar. No voy a dejar de ser yo, no voy a establecer nuevas relaciones basándome en ser grosera y abusiva, y ni siquiera estoy convencida de que eso funcione; aunque puede que si le esté dando importancia.

Tampoco soy una mosquita muerta, no se hagan una idea equivocada de mi. Es sólo que no me gusta decepcionar a la gente ni abusar de ella. Seguramente puedo culpar a mis padres, como hace uno cuando se encuentra con que su altura no es la que quisiera tener o que la calvicie atacará prematuramente, pero eso no sería justo, porque ninguno de mis hermanos es igual a mí.

Al respecto del pseudo mejor amigo, he de reconocer que soy obstinada. Esto de dar segundas oportunidades se ha vuelto una cualidad que debería poner en mi currículum; a lo largo de mi vida he demostrado en las segundas oportunidades que, a pesar de los errores que cometan, hay personas que sí valen la pena. Y esos errores sólo logran hacer que la trama sea más interesante.

En fin, si he decidido vaciar sus opiniones en este espacio es porque quiero sacarlas de mi cabeza, no quiero pensar en ellas ni traumarme, al menos no conscientemente. Algún día le preguntaré a mi amigo si en realidad piensa todo eso o si sólo fue el alcohol hablando (considerando que ‘sólo los niños y los borrachos dicen la verdad’).

Tengo la manía de buscar constantemente una canción que describa mi estado de ánimo o la situación en la que me encuentro. Y en este caso, en un momento de segundas oportunidades, modalidad Zen y confrontación con las opiniones de mi verdadero ‘mejor amigo’ sobre mí, encontré esta: Cold desert, del álbum Only by the night de Kings of Leon.





¡¡¡Feliz año nuevo!!! A pesar de no ser fanática de estas fechas, me gusta la idea del año nuevo como una página en blanco, en la que se puede escribir una secuela del anterior (lo que hice en el 2008) o en realidad comenzar una nueva historia (cosa que haré en este 2009). Así que para todos mis seres queridos, y los suyos, les deseo un buen inicio de lo que ustedes quieran que esto sea.

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