
No nos damos cuenta de que ya estamos acostumbrados a no tocar a los demás, hasta que llega alguien que nos da un abrazo como saludo, pero uno sincero, de esos que provocan una sensación rara en el estómago y nos deja sin saber si lo correcto es repelerlo o dejarnos atrapar por su magia. Yo les recomiendo que se dejen llevar y que a su vez abracen a todos aquellos que les dé gusto ver (y a los que no también). Créanme que es una buena receta para alegrarnos el día.
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