Hace algunos años descubrí esta bebida del café de la sirenita. No ahondaré aquí en las circunstancias que me llevaron a probarlo, pero desde ese momento se convirtió para mi en un objeto preciado. No porque sea mi mezcla favorita (que es el chai), sino porque me recuerda a un lugar reconfortante en el que estuve. Un momento no más feliz ni más seguro... sólo... distinto.
En ese entonces mi vida y mis perspectivas de ella eran otras, era más optimista, trabajaba en un lugar distinto y podía disfrutar de mis mañanas sentada afuera de un SB con un café en la mano. Ahora no puedo y eso me hace evocar los antiguos momentos. Me hace pensar en lo que estoy haciendo y en lo que sigue. La diferencia es que en ese entonces sabía qué era lo que quería de mi vida y ahora no. Aún así, creo que he acumulado el coraje para hacer lo que sea y que un vainilla latte se ha quedado conmigo como un recuerdo de que puedo hacerlo.
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