Mi mamá siempre me ha dicho: "Todo es política, empezando por la interacción humana". Y esta frase la traigo en la cabeza desde el fin de semana, porque mientras cenábamos con la mamá de JM, tuve un exabrupto de ira e impotencia por la condición política de México.
En realidad hablábamos de todo, de expresidentes, presidentes actuales y futuros presidentes, de México y todo el mundo, de conocidos y desconocidos, de cambios y empantanamientos, de frustración y optimismo... hasta que, de repente, me di cuenta de que ambos (JM y su mamá) me veían con extrañeza. Acababa de defender mis convicciones políticas con particular entusiasmo y fuerza, realmente enojada y decepcionada de este México que seguramente irá hacia atrás, como los cangrejitos, en 2012, acababa de relatarles cómo lloré con el resultado de las elecciones de 2006, de la impotencia que sentí cuando me puse a revisar los resultados de mi casilla en la página del Instituto Federal Electoral (equivocados, por supuesto), de cómo los asesores de mi candidato lo destinaron al carajo, del coraje que me provoca escuchar a la gente decir que es 'mejor malo por conocido que bueno por conocer' (o algo así), y de cómo los gobiernos (todos) creen que no sabemos cómo se manejan las cosas, basándose en interéses particulares y económicos.
Cuando terminé de enumerar todas mis ideas y cerré la boca, miré a mi alrededor y pasé saliva. Ellos ya no supieron qué decir. Luego, en estos días he pensado que esto nos pasa a todos, al menos a mis conocidos, esa sensación de impotencia, esas ganas de entusiasmarse con alguna nueva (y buena) propuesta, ese coraje por las condiciones que han regido la política nacional y esa decepción por ver que todo cambia para mal. Como muestra, los invito a leer 'Un sueño cualquiera', un exabrupto político de @monmargo con el que coincido, y en cuanto a la idea de mi mamá, tiene razón, todo se rige por normas, discusiones, debates y opiniones. En todos los aspectos de nuestra vida se hace una relación de fuerzas y una jerarquía, así es, todo es política.
Ay, ni duda cabe que este México duele, y duele muchísimo.
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