21 de junio de 2010

A la vuelta

Buenos Aires. He oído por ahí que los viajes cambian a las personas y yo tengo la impresión de que así es. No porque nos hagan mejores o peores seres humanos, ni porque regresemos siendo alguien completamente distinto, sino porque al volver hemos aprendido a darle un valor distinto a nuestra cotidianidad. Vemos un cielo de un azul distinto y nos damos cuenta de lo mugroso que está el que nos cubre normalmente, comprobamos lo mucho que nos gusta el frío, aprendemos que nuestro país está un poco menos jodido de lo que pensábamos y que otros países nos miran con ganas de alcanzarnos, que los güeros y altos no siempre son guapos, que la comida mexicana es en realidad una maravilla, que en todos lados existen los prejuicios, que puede llover dos días y podemos amar la sensación de chapotear en los zapatos, que la experiencia de un atardecer increíble es igual en todas partes, que el vacío que sentimos en el estómago cuando el avión despega siempre tendrá un sabor diferente, que ser gruñona en otro país tiene el mismo efecto que en México, que no hay mejor forma de conocer una ciudad que caminando, que tener miedo de regresar al trabajo no es algo sano, que gastar tanto dinero en recuerdos para todos los que te pidieron cosas no es recomendable (para la otra mejor no digo a dónde voy), que la persona que está a tu lado en todo el viaje puede marcar una gran diferencia en lo que vives y, sobre todo, que vale la pena cada momento en este escritorio siempre y cuando pueda volver a viajar.

P.D. Hay muchos más posts (y muchas fotos) en el tintero (o teclado).

2 comentarios:

  1. Todo nos cambia, tal vez nunca sepamos cuanto, si para bien o para mal, pero creo que no hay que tenerle miedo a las experiencias, nuevas o viejas, el resultado siempre nos puede sorprender.

    Lo importante es que la pasaste bien

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