26 de noviembre de 2008

Mirando al cielo


El cuatro de noviembre sucedió en esta ciudad de México lo temido por muchos y pronosticado por algunos menos: se cayó un avión. Una de las consecuencias que acarrea ser de las pocas ciudades con un aeropuerto internacional, dos terminales (una de ellas, la más nueva, mal hecha) y casi mil operaciones diarias.

En la aeronave accidentada iba Juan Camilo Mouriño —alias Iván—, entonces secretario de gobernación de Felipe Calderón Hinojosa, presidente legal de México. Un acontecimiento que ‘casualmente’ ocurrió en uno de los días más importantes en materia de política mundial que he vivido. Ese mismo cuatro de noviembre Barack Obama fue elegido presidente de Estados Unidos; debo reconocer que, al menos en materia personal, fue un día lleno de acontecimientos fuera de lo ordinario, y que culminó con sentimientos encontrados, confusión y cansancio.

Por la mañana, asistí a la conferencia de medios que los Fabulosos Cadillacs ofrecieron para presentar su nuevo material La luz del ritmo, me encontré a mi ex jefe y salí con un ejemplar de este nuevo disco que en realidad es similar al Sawdust de The killers, versiones inéditas de temas ya memorizados, y una o dos producciones ex profeso. Después a la oficina.

Por la noche, llegaba al Centro Histórico para asistir a una lectura de poesía en una recién descubierta librería y cafetería en la calle Donceles, cuando recibí una llamada de mi madre, quien con su voz de regaño me dijo: —¿dónde estás?—, tras hacer un recorrido mental por todos los lugares donde debería estar y tal vez no estaba, le contesté mi ubicación; a esto, tras un cambio de entonación, me dijo: —ah bueno, es que hubo un accidente: se cayó un avión— ¡¡¡Verdeeeeeeee!!!, pensé.

Inmediatamente le puse a las noticias, que había cambiado por música mientras estaba en el metro. Obviamente, que ganara o no Obama ya no era relevante en la agenda informativa nacional. Luego de innumerables afirmaciones y negaciones cruzadas y simultáneas, lo confirmaron: Juan Camilo Mouriño iba en el Learjet accidentado en el cruce de Paseo de la Reforma y Periférico.

Durante horas quise enterarme sobre exactamente dónde había caído, si había personas o no, automóviles, edificios…nada. Finalmente, mucho tiempo después lo confirmaban: había alrededor de 40 heridos (actualmente la cifra está en 15 muertos). Era imposible que habiendo caído en ese lugar, nadie resultara lastimado. Sinceramente, considero un mal manejo de la información en ese sentido, todos conocemos a alguien que seguramente trabaja o vive por esos rumbos, y no saber si le cayó un avión encima es algo importante; entiendo que Mouriño es lo que mi profesor de periodismo llamaba una ‘eminencia’, pero en sus enseñanzas siempre estuvo el precepto de que nada es más relevante en una nota informativa que la vida humana, y no sólo la de estas 'eminencias', porque las personas sobre las que cayó un aparato desde el cielo, también lo eran.

Para cuando dieron a conocer esta información, yo ya había llamado a todas las personas que sabía que podrían estar en esa zona, afortunadamente las inclemencias del tiempo los habían enviado a su casa a descansar con una fuerte gripa.

Tras la lectura de poesía, intentaba llegar a mi casa, pero pareciera que el accidente había trastornado todo el Distrito Federal, porque el metro estaba llenísimo y lentísimo. Fue cuando decidí dar la vuelta y encontrar otra ruta de escape, que visualicé a Violet Veela, que estaba sopesando sus opciones para tomar una segunda vía a su casa. Curioso encuentro que por lo menos nos sacó una sonrisa.

Al llegar a mi casa, afortunadamente, encontré esa BuRBuJa De SiLeNCiO, en la que Mouriño no recibía más importancia de la que merecía, haya muerto joven o no, se llamara Iván o Juan Camilo, y haya sido un accidente, impericia de los pilotos, o, como yo lo veo, un hecho completamente fuera de lugar, cuyo verdadero motivo no conoceremos hasta dentro de muchos años, cuando —utópicamente— ninguno de los partidos que ahora existen gobierne el país.

Fue allí —en mi sacrosanto hogar— donde obtuve la información que originalmente me inquietaba, y que me demostró que es verdad que la esperanza no ha muerto. Si el pueblo de Estados Unidos ha progresado ideológicamente lo suficiente, como para superar su racismo, su miedo al cambio y aceptar sus errores (¡¡Coff!!¡¡Bush!!), quiero pensar que México tendrá tarde o temprano la misma evolución natural. Algunos dicen que para salir adelante primero hay que estar hasta el fondo, ojalá y estén equivocados, y no necesitemos enterrar la cabeza en ese fondo antes de buscar el camino hacia arriba.

Colofón:
Desde ese cuatro de noviembre, cada vez que voy por la calle y pasa un avión o un helicóptero sobre mi cabeza, he notado un fenómeno curioso: todos voltean a verlo. ¿Hasta ahora la mayoría de la población se ha dado cuenta de que estos pájaros de acero pueden representar un peligro?

Yo los admiro, los disfruto y amo viajar en ellos, pero muy en el fondo, cada vez que me subo en uno, y pienso en el trayecto que he de seguir, sea una hora o más de once, considero también las posibilidades de que algo pueda salir mal. Como todo lo hecho por el hombre, dependiendo del contexto y de las probabilidades, pueden resultar un arma letal; ya lo vimos con el World Trade Center en Nueva York y ahora lo vivimos en carne propia. Según las estadísticas, las probabilidades de morir en un accidente aéreo o espacial, son de uno entre 5 mil (http://teleobjetivo.org/blog/diferentes-causas-de-muerte-y-sus-probabilidades.html); en este DFectuoso, los chilangos empezaron a mirar al cielo, temiendo en convertirse en un número más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se aceptan críticas constructivas.

hit counter

Creative Commons

Creative Commons License
.