Un poco de nostalgia

Estoy sorprendida. Han pasado 11 años desde que tomamos esta foto en Guanajuato (olviden la fecha que dice ahí porque es de una cámara digital) y nuestra relación no ha cambiado. De izquierda a derecha estamos Geraldine, Dulce y yo. Era nuestro segundo año de secundaria y el primer viaje que hicimos juntas. Un viaje con el coro de nuestra ache ache ache escuela. No hemos cambiado mucho físicamente, aunque sí nos pusimos más altas (en especial yo). Y bueno, éramos mucho más ñoñas que ahora.
¿De dónde sale esta nostalgia? De Dulce, que fue a desayunar a mi casa el otro día. Tenía casi un año sin verla, estudia medicina y estuvo haciendo su servicio social en Querétaro hasta hace unos meses. Ahora, regresó al D.F. (aunque está en un hospital muy al norte) y finalmente los astros se alinearon para que nos pudiéramos ver. Además, me di cuenta de que la extrañaba mucho.
A Geraldine la conocí mucho antes de entrar a la secundaria, porque íbamos juntas en una clase de ballet que tomábamos lunes y miércoles en el Museo del Chopo. Me acuerdo que el día que hicimos el examen de ingreso nos tocó en el mismo salón y, luego, en el primer día de clases nos sonreímos porque nos iba a tocar en el mismo grupo. Ella me presentó a Dulce, habían sido amigas desde la primaria y había tenido la misma suerte que yo con Geraldine. Al principio no nos caíamos bien. Tengo que reconocer que yo fui muy sangrona con ella y, aunque tal vez no lo admita, ella también fue muy sangrona conmigo.
Nos peleamos y un día me mandó una carta diciéndome que ya la había hartado con un lenguaje más florido. Luego nos hicimos amigas, muy amigas. Desde que salimos de la escuela no nos hemos dejado de hablar, de salir y de compartir lo que nos pasa. Es la única persona que conoce toodos mis secretos y, por consiguiente, la única que me podría extorsionar. En fin, me parece increíble como después de tantos años, ella sigue siendo una de las pocas personas a quien puedo contarle todo y sé que no sólo no me juzga, sino que me entiende.