30 de agosto de 2010

Lazos

Hay lazos que nos atan a un determinado lugar, objeto o persona. Nuestra casa, nuestro trabajo, los libros, los amores, nos gusta amarrarnos a todo y sentir que forma parte de nosotros, pero llega el día en que esos lazos se desgastan y se rompen, en el que ya no nos sentimos cómodos y lo único que queremos es irnos lo más lejos posible.
Cuando eso pasa no sabemos cómo romper las ataduras, cómo decir 'ya basta' y alejarnos. Por eso buscamos ayuda, queremos que alguien se acerque y nos tienda su mano, nos preste su hombro para llorar todas las veces que sea necesario y nos ayude a levantarnos cada vez que pensamos que no podemos.
Pero todo esto no es la parte más dura, eso viene cuando romper esos lazos se ha vuelto demasiado complicado y llevamos demasiado tiempo anunciando las decisiones, y es que la paciencia y las ganas de ayudar no son infinitas. Así que nos vamos quedando solos, sólo para darnos cuenta de que nadie nos va a decir cuál es la elección correcta ni nos va a dar una listita de instrucciones a seguir.
Buscamos consejos pero no sabemos escucharlos, queremos indicios pero no los vemos y pensamos que vamos hacia adelante cuando en realidad estamos estáticos. Esa es la realidad. Dejamos que la inercia nos lleve sin que algo (ni nosotros mismos) altere ese movimiento. Eso es lo que hace falta, un empujón interno o externo que nos haga cambiar de dirección, que nos obligue a romper los lazos y no ir hacia adelante, sino hacia arriba, por ejemplo.

1 comentario:

  1. Curiosamente, ese empujón interno 'definitivo' llega en el momento adecuado, cuando tiene que llegar, cuando estés lista para dar el siguiente paso. Sólo que algunas veces uno se desespera. Ánimo.

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