15 de junio de 2009

Soy una idealista

Existen los siguientes dichos: “el público tiene la televisión que se merece” y “México tiene el gobierno que se merece”. Hasta hace algunas semanas yo estaba en contra de ese tipo de afirmaciones, generalizadas y hasta ‘falsedades’; nunca había podido concebir que los medios se basaran en que si el público se conforma con basura televisiva eso sería todo lo que recibiría, ni que este gobierno de ignorantes que tenemos (no gracias a mí) fuera meramente el resultado de una sociedad igual de ignorante.

Ahora, tras ciertos análisis, observaciones y experiencias en la ciudad de México, me uno a los decepcionados de la sociedad que afirman que nunca va a cambiar y que la crisis educativa, económica, política y social a la que nos enfrentamos fuera resultante de una sociedad que no exige, que no está dispuesta a cambiar y que sobretodo no intenta avanzar.

Lo que necesita México es una reforma ideológica increíblemente profunda, una reeducación hacia sus semejantes y hacia su entorno. En realidad la cultura mexicana que nos caracterizaba como educados, amables y divertidos ante el resto del mundo ha dejado de ser así para convertirse en maleducados, incultos, inconscientes y hasta ilógicos. No he de culpar a toda la sociedad y ni siquiera debería generalizar, pues yo también soy mexicana, así como todos los que me rodean, pero mi frustración es tal que no tengo otra opción que despotricar en contra de mi México.

He recorrido museos, calles, monumentos, parques y jardines por toda la ciudad y lo único que he encontrado en mis recorridos de cabo a rabo es una mezcla de sensaciones: impotencia, desesperanza y desilusión al ver el abandono, descuido, ineficiencia y un total ‘valemadrismo’ ante lo que nos rodea. La culpa no se la hecho a una sola persona, sino a todas. A las que están en el Gobierno del Distrito Federal (GDF), los delegados y principalmente a todos nosotros por no hacer nada. Desde el niño a quien se le enseña que es correcto tirar la envoltura de sus dulces al piso, hasta aquellos que apilan bolsas de basura en las esquinas; desde la vecina que riega sus dos tronquitos con manguera hasta aquellos encargados de regar las plantas de los camellones y no lo hacen.

De la ignorancia y poca cultura de nuestras autoridades, cuento que ayer, al caminar por el frente de la Catedral Metropolitana, observé como una mujer se sentaba cómodamente en los fragmentos de pilares que se tienen en una esquina, simplemente acordonados con una cinta de ‘seguridad’. A la señora le importó poco el cordón y sentó a descansar y platicar. La observaba desde atrás de la reja, esperando que el policía que estaba por pasar frente a ella le dijera algo, pero no lo hizo. Realmente molesta por la ignorancia de la mujer y el ‘valemadrismo’ del policía acudí con su semejante que resguardaba la entrada del recinto y le comenté que una señora estaba sentada en los pilares que están en el rincón. Afortunadamente a este elemento no le ‘valió madres’ y acudió a decirle al compañero anterior, que ya regresaba sin hacer nada, que la quitara de ahí, que esos pilares son para exhibición y forman parte de lo rescatado de las ruinas de la catedral. ¡Uff! Mi molestia desapareció, pero no esa sensación de tristeza e impotencia que me provocó la escena.

He tenido varios desencuentros por el estilo últimamente, uno de ellos fue en mi segunda visita al Museo de Geología en un costado de la Alameda Santa María, que con o sin remodelación, se encuentra en un total abandono, con un diseño museográfico pobre y sin organización alguna; en él se muestran fósiles y muestras de piedras de todo tipo, todos ellos sin explicaciones para el público. Sabemos que esa roca es pirita…¿y?...Ok, es el resto de un dinosaurio pico de pato…¿y?...Bueno, es el resto de un antecesor del caballo (más cercano a la cebra) encontrado en suelo mexicano...

Así pasa sucesivamente por todo el museo, hasta que llegamos a las pantallas en las que se explican las capas de la Tierra …¿y? ¿Hay acaso una relación definida entre todos los elementos? ¿Cómo puede el estudiante de primaria, secundaria o bachillerato que visita el museo encontrar dicha relación? Precisamente en eso consiste un adecuado diseño museográfico.

La hermosa casa porfiriana (como muchas de la colonia Santa María) en la que se encuentra el museo no cuenta con ninguna indicación, con ningún mapa del museo, con ninguna explicación ni siquiera sobre la misma casa...y pensar que este museo es de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); basta con ver su pobre sitio de Internet (http://www.geologia.unam.mx/museos/) para darse una idea de la actualidad del museo.


Así debería verse el interior del Museo de Geología, pero no lo hace.


Todo parece indicar que es cierto el rumor sobre el exrector Juan Ramón de la Fuente, quien usó todos los recursos de la universidad para la construcción de su Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), ¿dónde quedó la remodelación del Museo Universitario del Chopo inconclusa y sin avances tras casi tres años de iniciada?

Sigo esperando que reabran el lugar donde aprendí a bailar ballet: El Museo Universitario del Chopo

La Biblioteca José Vasconcelos es otro ‘esqueleto de ballena’ (como la representativa obra in situ de Gabriel Orozco 'Matrix Movil'). Estantes a medio llenar en una mega estructura, con un atractivo diseño, mobiliario cómodo e incontables actividades culturales anunciadas. Califico a las actividades culturales como ‘incontables’ porque ni sus propios trabajadores saben cuántas o cuáles son y porque no tienen ninguna planeación. Por ejemplo, una exposición sobre ‘fotografías del micromundo’ (o algo así) que se encuentra distribuida a lo largo de 40 mil metros lineales (según su sitio web: http://www.bibliotecavasconcelos.gob.mx/Vasconcelos/Biblioteca.htm); escondida en los rincones y sin algún mapa o folleto informativo sobre cada fotografía.


Mátrix Móvil, Gabriel Orozco.

Finalmente, en la exposición Santo, leyenda de plata se muestra el Jaguar del que hiciera uso el personaje. Sin embargo, en la hoja en la que se explica la historia del auto se considera que sus interiores merecen un nuevo sustantivo: ‘interioridades’, lo que habla ‘muy bien’ (nótese el sarcasmo) de los que prepararon la exposición, de su cultura y sobre todo de su educación.


No puedo creer que estas historias se repitan en todos los museos, en todos los jardines, parques…en toda la ciudad y en todo el país. México, con más de mil museos a lo largo de su territorio, debería saber aprovechar lo que tiene, tomar conciencia de sus acciones, interesarse por su cultura y entorno y cambiar su ‘valemadrismo’ por la identidad nacional y el respeto...pero eso es soñar, por eso yo sólo soy una inconforme social e idealista.

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